viernes, 20 de noviembre de 2009

Apicius


Imagen de Apicius

Hace unos días recibí el número 13 de este Cuaderno de alta gastronomía.

Foto de la página 7 de Apicius 12

Paco Marfull

Editor y director de Apicius

En el número anterior me sorprendió el cambio de dirección y me encantó el escrito de Philippe Regol –al que sigo en su estupendo blog- que encabezaba la revista.

Me impresionó también el reportaje, con las extraordinarias fotos de Carles Allende, sobre la lamprea. Incluso aproveché para comentarlo en Frutos del Mar.

Del número de noviembre, lo que de entrada me ha sorprendido es el tipo de papel. Da una sensación más apagada. Hasta las ilustraciones parecen menos impactantes. Bueno, esto es una opinión personal. El papel parece más grueso que el anterior y quizá sea mejor. Pero las fotos no tienen tanto impacto. La publicidad también parece que se hace más presente.

Pero lo que de verdad interesa, los reportajes, son importantes.

Foto de Carles Allende, de la Revista Apicius

La almadraba de Carloforte

Foto de Carles Allende, de la Revista Apicius

y la cocina Kaiseki,

son temas de interés. Lo que me ha parecido muy mejorado, es precisamente la página de Apicius. Se tiene acceso a muy buenas fotos y textos, e incluso podemos ver videos muy interesantes y el blog, también es una propuesta atrevida y que anima a comentar.

Lo que en realidad me ha empujado a hacer estos comentarios, es lo que nos cuenta Paco Marfull en su carta del director:

“…creemos con firmeza en los valores de la cocina creativa, creemos en la evolución de la cocina y afirmamos con vehemencia que lo que aquí ha pasado en los últimos años no es una moda pasajera, sino un paso de gigante hacia una cocina mucho más viva, más emocionante, que aporta infinitamente más al aficionado a la gastronomía.

Comparto la opinión del director, aunque con algún pequeño matiz.

Crear no es fácil, y las nuevas estrellas aparecen con cuentagotas. El peligro que se adivina es que los protagonistas, en su afán de innovar, se olviden de la labor cotidiana y se pierdan en el desierto.

Por otra parte, el crítico, usuario o entusiasta de esta cocina emocionante, debería –a mi entender- dosificar su espíritu descubridor y extender su complacencia a la compañía y al entorno. Si el artista, al cabo de grandes esfuerzos consigue ofrecer una novedad, su consumidor, después de probar, y probablemente aprobar, enseguida pregunta:

-¿Y ahora qué más?

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